Puntos poderosos
Desde que estaba en la primaria, Fernanda tenía dos sueños: ser su propia jefa y conocer la Muralla China.
Cuando estaba por salir de la preparatoria comenzó a trabajar en un despacho como auxiliar contable. Todo formaba parte de su plan, pues era precisamente lo que quería estudiar: contabilidad.
Al cumplir los 18 años tramitó una tarjeta de crédito. Con ella comenzó a financiarse un emprendimiento en cosméticos y accesorios femeninos cuyos productos colocaba entre sus compañeras de la oficina, las de la escuela, y las familiares de éstas últimas.
Dado el flujo que tenía en esa tarjeta, el banco le incrementó varias veces la cifra del límite de crédito.
A la par que su carrera en la oficina crecía, el negocio de cosméticos y accesorios también iba viento en popa. Hacía varias compras a la quincena y las cubría casi de inmediato pues las ventas realmente se le daban muy bien.
Fernanda sabía que su tarjeta tenía también asociado un programa de acumulación de puntos, que se podían canjear en diversos establecimientos, incluidas líneas aéreas, agencias y portales cibernéticos de viajes, de modo que con mayor razón usaba su tarjeta de crédito para cubrir tanto las compras del negocio, como las comidas, la despensa, el gimnasio… todo lo que pudiera.
Por las mañanas hacía una escala en la cafetería cercana a su trabajo, para comprar su café latte de cada día, y que pagaba con sus puntos. Para ella eso era un pequeño guiño que le recordaba el otro plan que tenía.
Y finalmente llegó el día en que lo acumulado era suficiente… Fernanda aprovechó que el programa de puntos de su tarjeta permitía canjearlos por millas de vuelo en avión, y ¡compró sus boletos de ida y vuelta a China! Para el hotel sí tuvo que volver a pagar con el crédito de su tarjeta (lo que desde ese momento ya le empezaba a redituar también en nuevos puntos).
Ese primer viaje a China lo realizó hace varios años ya.
Hoy, Fernanda ha dejado el despacho en el que comenzó todo, y lidera exitosamente dos negocios: la venta de accesorios y cosméticos… ¡Y su propio despacho contable!
Ha aprendido a hablar chino y tiene una gran colección de fotografías de ella en distintos puntos de la Gran Muralla.
Y cada año se regala un viaje a alguna otra parte del mundo… Todo con el poder de sus puntos.
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