La universidad de Sofía
Sofía siempre ha sido responsable en la escuela. Cuando acabó el bachillerato lo hizo con promedio casi perfecto: 9.8 en los tres años. En la secundaria obtuvo 9.5 y en la primaria 9. Es decir, que en cada etapa mejoraba.
Desde que se acercaba el final del segundo año en preparatoria, sus padres hablaron con ella con miras a determinar juntos los pasos a seguir para que su formación profesional fuera acorde a sus deseos.
La universidad que Sofía eligió para estudiar la licenciatura que le interesaba, era más costosa que el promedio, así que sus padres hicieron cuentas y definieron que necesitarían un crédito. Desde entonces se dieron a la tarea de pedir informes y comparar entre las distintas opciones en el mercado.
Encontraron que hay varias modalidades de créditos estudiantiles tanto otorgados por los bancos como por algunas instituciones educativas. Podían contratar un financiamiento por el costo total de los estudios de Sofía, o por una parte solamente. También podía variar la tasa de interés, dependiendo del tiempo en el que se cubriera el crédito o a partir de cuándo, por ejemplo.
Como se informaron con tiempo, pudieron incluso ahorrar un poco más antes de contratar la mejor opción para su caso, que decidieron solicitar al banco donde tienen sus ahorros y tarjetas de crédito.
Hoy, Sofía ya ha cursado tres cuartas partes de la carrera y después de una práctica profesional ha recibido su primera oferta de trabajo por parte de la misma empresa en la que realizó su práctica y -con su sueldo- va a ayudar con parte de los pagos.
Sus papás están muy contentos y orgullosos.
Y -la verdad- Sofía también.
Lo merece por su esfuerzo y dedicación. Hay que darle su crédito.
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